lunes, 25 de junio de 2012


A VECES UNA BUSCA UNA DETERMINADA COSA, EN ESTE CASO UN CUENTO Y NO LO HALLA, SIN EMBARGO EN ESA BÚSQUEDA SE TOPA CON OTROS MARAVILLOSOS RELATOS COMO ESTE QUE OS COMPARTO.
UN SALUDO.

La Tejedora de Cuentos   -   Los Tres Dragones de Tomás  -   Mara García de Leaniz 
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LOS TRES DRAGONES DE TOMÁS



Al pequeño Tomás la mañana le estaba resultando horrible. Había discutido con 
su abuela por no ordenar el cuarto y se había enfadado muchísimo porque no le 
dejaban ver la tele. “Es mejor un buen libro, Tomás” – le había dicho su padre. 
Por último, mamá le había castigado por dar una mala contestación. Así que 
todos bajaron a la piscina, menos él.  
Tomás se tumbó en la cama y pensó en la familia tan terrible que tenía, dejándole 
abandonado y muerto de calor, mientras ellos se daban un chapuzón. Estaba a 
punto de quedarse dormido, cuando oyó ruidos en el  pasillo. ¿Habrían vuelto 
sus padres ya? 
Con sumo cuidado, Tomás abrió la puerta del cuarto y asomó su cabeza para 
echar un vistazo. Lo que vio le dejó perplejo y casi sin respiración: por su casa 
merodeaban tres dragones enormes y feos, curioseando cada rincón y 
destrozando muebles y objetos cada vez que movían la cola. Tomás cerró 
rápidamente y se quedó parado, apoyando la espalda  sobre la puerta.  “¿De 
dónde habrán salido? - pensó - justo ahora que estoy solo vienen unos dragones 
a invadir mi casa”.  
El pequeño miró a su alrededor y encontró un bate de béisbol, sus guantes de 
boxeo y el casco de la bicicleta. Una vez se sintió más seguro con su 
improvisado equipamiento, abrió de nuevo la puerta. En el pasillo se topó con un 
dragón grande, feo y azul, sentado en una esquina y sujetándose la cabeza con 
las manos. No parecía peligroso, así que Tomás se acercó.  La Tejedora de Cuentos   -   Los Tres Dragones de Tomás  -   Mara García de Leaniz 
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- Soy Tomás y ésta es mi casa, ¿quién eres y qué haces aquí? – preguntó el 
niño. 
- Soy el Dragón Aburrido, qué rollo es esto, me abuuuuuurrrrro, ¿tú 
también te aburres? – respondió el animal. 
- Bueno…, hace un rato sí, y quería ver la tele pero no me han dejado. ¿Y tú, 
por qué estás aburrido, no sabes divertirte? – volvió a preguntar Tomás.  
- ¿Cómo me voy a divertir, si soy el temible Dragón Aburrido? Haces bien 
en aburrirte, como yo.  
Tomás se le quedó mirando y sintió pena por el dragón, ya que parecía 
tremendamente aburrido y eso era lo peor que podía ocurrirle a cualquiera. 
- Pero si divertirse es genial – le explicó el niño para intentar animarle – Yo 
me divierto mucho, es muy fácil pasarlo bien. 
- ¿Qué sabrás tú, niño? Esta mañana te aburrías igual que yo. ¡Y yo soy el 
Dragón Aburrido y no quiero que se divierta nadie! – gritó el dragón.  
Entonces Tomás reflexionó sobre lo que acababa de decir el dragón y también 
recordó lo que le había dicho su padre. Él era afortunado y tenía muchos 
juguetes, lápices de colores, libros entretenidos, puzzles y un montón de piezas 
para construir. También tenía mucha imaginación y buenos amigos en el cole. 
Pensó entonces en la mejor manera de vencer a ese dragón tan soso y al instante 
ya tenía un plan: con una sonrisa, se acercó al Dragón Aburrido, se abalanzó 
sobre él y comenzó a hacerle cosquillas por todas partes. La Tejedora de Cuentos   -   Los Tres Dragones de Tomás  -   Mara García de Leaniz 
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- ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja! - El Dragón Aburrido se tronchaba de risa y se retorcía 
por el suelo – ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja, esto es muy divertido, para niño, estate 
quieto! – decía. 
El dragón se reía tanto que siguió con el juego y comenzó a hacer cosquillas él 
también a Tomás. Y así estuvieron un buen rato, entre risas y carcajadas, hasta 
que, de pronto, el dragón se dio cuenta de que ya no era tan aburrido.  
- Oh, pequeñajo, me has engañado – gruñó – Por tu culpa, me he divertido.  
- Eso no es malo, dragón, es mucho mejor divertirse ¿o acaso no lo has 
pasado bien conmigo? – preguntó Tomás. 
- Es verdad, tienes razón. No te puedes imaginar lo aburrido que es ser el 
Dragón Aburrido. Creo que ya me he cansado de serlo; a partir de ahora… 
¡seré el Dragón Divertido! 
- ¡Bien! – exclamó Tomás y se abrazó a su nuevo amigo, a quien luego 
enseñó sus juguetes y dejó entretenido en su habitación.  
Tomás siguió caminando cauteloso por la casa y descubrió en el salón a otro 
dragón, también feo y enorme, pero de color verde. 
- ¡Soy el Dragón Desobediente y no soporto a los niños buenos!  
Tomás retrocedió porque el Dragón Desobediente asustaba un poco, pero luego 
decidió enfrentarse a él. 
- Dragón, márchate por favor, ésta es mi casa y a mi  madre no le vas a 
gustar nada de nada – dijo Tomás. La Tejedora de Cuentos   -   Los Tres Dragones de Tomás  -   Mara García de Leaniz 
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- ¡No me voy a marchar, yo no obedezco a nadie! – contestó el Dragón 
Desobediente. 
El niño intentó golpearle con sus guantes de boxeo, pero el Dragón 
Desobediente esquivaba todos los golpes. Luego, le intentó agarrar de la cola, 
pero sólo consiguió enfadar más al animal. 
- ¡No podrás conmigo, niño impertinente! – gritó éste, lanzando fuego por la 
boca. 
El niño, cansado de pelear contra el dragón, se refugió detrás del sofá para 
pensar en alguna otra estrategia que funcionara mejor. “¿Cómo venceré a este 
dragón?”, se preguntó,  “¿qué es lo que hace un dragón desobediente?”.
Entonces, se le iluminó la cara y dijo en voz alta.
- ¡Pues desobedecer! - Tomás pensó que sería fácil vencer al Dragón 
Desobediente si le pedía hacer justo lo contrario de lo que él quería que 
hiciese; y probó su plan: 
- ¡Dragón, no te vayas de mi casa, es una orden! 
- ¡Niño tonto, ya te he dicho que yo no obedezco a nadie! – contestó el 
Dragón Desobediente – Y me iré cuando yo quiera.  
  
Entonces el chico gritó con fuerza:  
- ¡No te marches dragón, te lo ordeno!  
Y el Dragón verde era tan desobediente que abrió una ventana, extendió sus alas 
y se marchó volando mientras decía: La Tejedora de Cuentos   -   Los Tres Dragones de Tomás  -   Mara García de Leaniz 
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- ¡Niño pesado, ya te dije que yo no obedezco a nadie, así que me voy de tu 
cassssaaaaaaa! 
- ¡Bien, otro menos! – exclamó entusiasmado el niño. 
Ya sólo quedaba un dragón y Tomás lo encontró en la cocina, comiendo lo que 
había en la nevera, con muy malos modales. Era el más grande de los tres, 
amarillo y muy, pero que muy feo. Era el malvado Dragón Maleducado.  
- Eh, no se come con las manos – le increpó Tomás. 
- Yo hago lo que quiero – contestó el dragón - ¿Dónde están las natillas? 
¡Quiero natillas! 
- Las cosas se piden por favor – respondió el niño. 
- Profa, porvaf… qué palabra más tonta ¡quiero natillas, he dicho! 
Tomás se asustó, así que buscó las natillas que mamá compraba para él y se las 
ofreció al Dragón Maleducado. Éste comenzó a comérselas todas, una detrás de 
otra. 
- ¿Es que no sabes decir gracias? – se quejó Tomás –  eres un dragón 
realmente maleducado; además, podías haber compartido alguna natilla 
conmigo. 
El Dragón Maleducado se rió de Tomás y siguió comiendo una docena de 
huevos y tres botellas de leche. Masticaba con la boca abierta, se limpiaba con la 
mano y tiraba las sobras al suelo, dejándolo todo perdido. Cuando ya no quedó 
nada, el Dragón Maleducado eructó con tanta fuerza que la casa retumbó. La Tejedora de Cuentos   -   Los Tres Dragones de Tomás  -   Mara García de Leaniz 
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- Oh, creo que he comido demasiado, me estoy encontrando mal – se 
lamentó el dragón – Niño, tráeme un jarabe, que estoy empachado. 
- Ya te he dicho que se pide por favor – respondió Tomás. 
- ¡Y yo que no digo esas palabrejas! 
- Pues entonces, quédate ahí con tu dolor de barriga  – y Tomás se dio 
media vuelta, dispuesto a dejarle solo. 
- Eh, niño, espera – suplicó el Dragón Maleducado – me encuentro fatal, no 
puedes dejarme aquí. 
- Pues pide las cosas por favor y también di gracias – dijo Tomás al Dragón 
Maleducado, que ya no daba tanto miedo con su lamentable aspecto. 
- Pero yo no sé decir esas palabras, soy el Dragón Maleducado… Pof, 
Profa, Porvafor… ¿ves como no me sale? 
- Venga dragón, no es difícil. Inténtalo una vez más, repite lo que yo diga: 
- POR 
- POR – imitó el dragón. 
- FA 
- FA -  repitió el bicho. 
- VOR 
- VOR – volvió a repetir. 
- POR-FA-VOR – dijo Tomás lentamente. La Tejedora de Cuentos   -   Los Tres Dragones de Tomás  -   Mara García de Leaniz 
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- POR-FA-VOR, POR FAVOR,… ¡POR FAVOR, ya me sale, je, je, lo he dicho! 
– El Dragón Maleducado estaba muy contento. 
Entonces Tomás fue al botiquín y buscó el jarabe que la abuela siempre le daba 
cuando comía demasiadas chucherías. Volvió a la cocina y, con la ayuda de un 
gran cucharón, le dio un poco al Dragón Maleducado. Al instante, éste se sintió 
mejor. 
- Ah, qué bien, muchacho, ya se me está pasando el dolor. 
- ¿Y qué se dice ahora? – preguntó Tomás. 
- Pues eso, que ya me siento mejor, ¿qué más quieres que te diga?  
Entonces, Tomás enseñó al Dragón Maleducado a decir gracias, de la misma 
manera que le había enseñado a decir por favor, hasta que el animal consiguió 
repetir: 
- ¡Gracias, Tomás! 
- De nada – respondió el muchacho – ha sido todo un placer ayudarte y me 
alegro de que ya te encuentres bien. 
El animal se marchó sin parar de repetir por favor y gracias, por favor y gracias, 
por favor y gracias, y Tomás se alegró de haber vencido al tercer y último 
dragón. Estaba agotado, regresó a su cuarto y se tumbó en la cama a descansar, 
hasta que... 
- Tomás, hijo, despierta, te has quedado dormido – era su madre quien le 
hablaba y zarandeaba con suavidad. La Tejedora de Cuentos   -   Los Tres Dragones de Tomás  -   Mara García de Leaniz 
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- Oh, no os he oído entrar – dijo Tomás y, cogiendo la mano a su madre, 
continuó - escucha mamá, siento haberte contestado mal esta mañana, he 
sido un maleducado y te pido perdón. No lo volveré a hacer. 
Su madre le abrazó y le besó en la nariz. Entonces, Tomás se levantó y buscó a 
su padre para disculparse también con él. Luego, le dio un abrazo a su abuela y 
prometió recoger su cuarto después de comer. 
Al cabo de un rato, sentados a la mesa, su madre comentó: 
- Esta tarde necesito que me acompañes al supermercado, Tomás; faltan 
huevos, leche y natillas… qué raro, creí haberlo comprado todo… ¿vendrás 
conmigo, por favor? 
- Claro que sí, mamá – respondió el niño. 
Después, su padre se levantó de la mesa para cerrar una ventana, que se había 
quedado abierta. 
- ¿La has vuelto a abrir tú, Tomás? Creí haberla cerrado antes de bajar a la 
piscina – comentó extrañado. 
Tras la comida, Tomás se marchó a su cuarto para ordenar los juguetes, tal y 
como había prometido a su abuela. Colocó sus libros, los coches, los lápices, los 
soldados… pero no encontró por ningún sitio el parchís de madera, ni tampoco 
su yo-yó. 
De pronto, lo entendió todo. ¡Nada había sido un sueño y él solito había vencido 
al Dragón Aburrido, al Desobediente y al malvado Dragón Maleducado! 
Entonces sonrió y prometió no volver a aburrirse sin motivo, ni desobedecer a 
los mayores, ni ser un niño maleducado. Jamás de los jamases.


Y, colorín, colorado, este cuento se ha acabado. 
Mara García de Leaniz - www.latejedoradecuentos.es 




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