Amistad
Cuentos
Fuente: www.valores.com.mx
Arena y piedra
Por el ardiente desierto del Sahara, llevando una pesada carga sobre los hombros, iban caminando dos amigos, Farouk y Ramsés.
Habían perdido a sus camellos varios días antes y estaban agotados por la enorme distancia que habían recorrido a pie.
Llevaban casi una semana sin probar alimento y el agua se les terminaba bajo el inclemente rayo del sol. Las piernas les dolían de tanto caminar y tenían quemada la piel del rostro y los brazos.
Aunque entre los dos habían elegido esa ruta, Farouk le reclamó a Ramsés haber escogido un camino largo y desconocido. Su furia iba en aumento: gritaba, manoteaba, le dijo un insulto y otro. Incluso llegó a darle una bofetada.
Ramsés se quedó callado y la nariz le sangró un poco, pero no respondió a la agresión. Con mirada profunda de tristeza se sentó y escribió sobre la arena con su dedo índice: “Hoy mi mejor amigo me pegó en la cara”. A Farouk le sorprendió este hecho, pero no le preguntó nada.
Habían perdido a sus camellos varios días antes y estaban agotados por la enorme distancia que habían recorrido a pie.
Llevaban casi una semana sin probar alimento y el agua se les terminaba bajo el inclemente rayo del sol. Las piernas les dolían de tanto caminar y tenían quemada la piel del rostro y los brazos.
Aunque entre los dos habían elegido esa ruta, Farouk le reclamó a Ramsés haber escogido un camino largo y desconocido. Su furia iba en aumento: gritaba, manoteaba, le dijo un insulto y otro. Incluso llegó a darle una bofetada.
Ramsés se quedó callado y la nariz le sangró un poco, pero no respondió a la agresión. Con mirada profunda de tristeza se sentó y escribió sobre la arena con su dedo índice: “Hoy mi mejor amigo me pegó en la cara”. A Farouk le sorprendió este hecho, pero no le preguntó nada.
Por el ardiente desierto del Sahara, llevando una pesada carga sobre los hombros, iban caminando dos amigos, Farouk y Ramsés.
Habían perdido a sus camellos varios días antes y estaban agotados por la enorme distancia que habían recorrido a pie.
Llevaban casi una semana sin probar alimento y el agua se les terminaba bajo el inclemente rayo del sol. Las piernas les dolían de tanto caminar y tenían quemada la piel del rostro y los brazos.
Aunque entre los dos habían elegido esa ruta, Farouk le reclamó a Ramsés haber escogido un camino largo y desconocido. Su furia iba en aumento: gritaba, manoteaba, le dijo un insulto y otro. Incluso llegó a darle una bofetada.
Ramsés se quedó callado y la nariz le sangró un poco, pero no respondió a la agresión. Con mirada profunda de tristeza se sentó y escribió sobre la arena con su dedo índice: “Hoy mi mejor amigo me pegó en la cara”. A Farouk le sorprendió este hecho, pero no le preguntó nada.
Habían perdido a sus camellos varios días antes y estaban agotados por la enorme distancia que habían recorrido a pie.
Llevaban casi una semana sin probar alimento y el agua se les terminaba bajo el inclemente rayo del sol. Las piernas les dolían de tanto caminar y tenían quemada la piel del rostro y los brazos.
Aunque entre los dos habían elegido esa ruta, Farouk le reclamó a Ramsés haber escogido un camino largo y desconocido. Su furia iba en aumento: gritaba, manoteaba, le dijo un insulto y otro. Incluso llegó a darle una bofetada.
Ramsés se quedó callado y la nariz le sangró un poco, pero no respondió a la agresión. Con mirada profunda de tristeza se sentó y escribió sobre la arena con su dedo índice: “Hoy mi mejor amigo me pegó en la cara”. A Farouk le sorprendió este hecho, pero no le preguntó nada.
Intrigado, Farouk le preguntó:
—¿Por qué ayer que te ofendí escribiste en la arena y hoy has escrito en la piedra?
Ramsés le explicó sonriendo:
—Los errores de nuestros amigos se los lleva el viento por la noche. Cuando amanece y el sol sale de nuevo ya no podemos recordarlos. Sus pruebas de lealtad, sin embargo, quedan grabadas para siempre en nuestro corazón.
—¿Por qué ayer que te ofendí escribiste en la arena y hoy has escrito en la piedra?
Ramsés le explicó sonriendo:
—Los errores de nuestros amigos se los lleva el viento por la noche. Cuando amanece y el sol sale de nuevo ya no podemos recordarlos. Sus pruebas de lealtad, sin embargo, quedan grabadas para siempre en nuestro corazón.
— Leyenda árabe.
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