CARLA, LA NIÑA QUE RECUPERO LA ALEGRIA
Esta es la historia de Carla, una pequeña niña que vivía feliz en su casa de campo con sus padres y hermanos.
Carla era una niña alegre, traviesa y juguetona. Se pasaba el día jugando y cantando, sola, o para quien estuviera por allí, ya fueran niños, grandes, animales o flores y plantas.
Solo había una cosa que ponía triste a Carla. Quería el amor de su mamá y de su papá para ella sola, no quería compartirlos con nadie. Y eso era un gran dilema porque Carla tenía 2 hermanos, muchos primos, abuelos, tíos, vecinos, y hasta una tortuga como mascota, y todos ellos también eran muy queridos por sus padres.
Aunque lo que más le dolía era repartir el amor de sus padres con sus hermanos. No podía. A veces hacía cosas espectaculares para ganarse su amor y se engañaba pensando que de esta forma sus padres la querrían más a ella que a sus hermanos, pero era en vano, porque lo único que conseguía era estar cada día más triste, porque además ya ni quería jugar con sus hermanos, ni con nadie. Su corazón poco a poco iba perdiendo la alegría, y sus ojos la luz.
Claro está que nadie sabía lo que le pasaba. Porque ¿cómo iba a decirles a sus padres la verdad? Era algo absurdo pretender tener solo para ella el cariño de sus padres, sus padres se reirían de lo absurdo de su pretensión, y en el mejor de los casos le darían un sermón en el que le explicarían que el amor no es exclusivo y que hay que amar a todas las personas.
Y así iban pasando los días para Carla.
Un día de pronto, Carla se fue sola al bosque a refugiarse con sus amigos los animales que merodeaban por allí. Últimamente le gustaba irse sola al bosque y contar a los animalitos sus tristezas. Ellos al menos la escuchaban hasta el final y ella se desahogaba y hasta lloraba sin que le diera vergüenza. Además ese día se había disgustado especialmente, porque su mamá le había hecho una tarta a su hermana Marta. Vale que era su cumpleaños, pero, -recordaba Carla- en mi cumpleaños fue a comprarla a la pastelería porque no tenía tiempo para hacer una. No era justo.
Embriagada por estos y otros pensamientos, no se dio cuenta que se estaba echando la noche encima y que además había empezado a llover a jarros. En cuánto reaccionó, se cobijó debajo de un gran árbol porque en la oscuridad ya no sabía volver a su casa.
Era tanta la tristeza que tenía en su corazón, que pensó que se moriría allí mismo. Se acurrucó entre sus piernas llorando desconsoladamente.
Hasta que de pronto oyó unas voces que le resultaban familiares. A medida que se acercaban podía escucharlas cada vez mejor. Sí, eran de sus papas y sus hermanos. Enseguida les gritó:
- Mama, papa, estoy aquí.
- Dios mío, Carla ¿estás bien? Nos tenías muy preocupados a todos, dijo mamá, visiblemente nerviosa, mientras se iba acercando a ella.
- Mama, papá, perdonarme por haberos hecho pasar este momento tan malo, dijo Carla mientras iba abrazando uno a uno, a toda su familia.
- Ya pasó, dijo mamá, pero tienes que prometernos que nos avisaras cada vez que vayas sola al bosque.
- Así lo haré mamá, os quiero mucho a todos
Carla no les dijo que se había ido al bosque porque pensaba que sus padres no la querían, porque entonces no sabía (eso lo estaba aprendiendo en ese momento) que cuando se reparte el amor se multiplica y que solo cuando se ama, la vida tiene sentido porque se recupera la alegría del corazón y la luz en los ojos.
Y a partir de aquel día Carla recuperó la alegría y volvió a ser la niña alegre y juguetona que siempre había sido.
FIN
Cuento infantil escrito por: Maribel.
Esta es la historia de Carla, una pequeña niña que vivía feliz en su casa de campo con sus padres y hermanos.
Carla era una niña alegre, traviesa y juguetona. Se pasaba el día jugando y cantando, sola, o para quien estuviera por allí, ya fueran niños, grandes, animales o flores y plantas.
Solo había una cosa que ponía triste a Carla. Quería el amor de su mamá y de su papá para ella sola, no quería compartirlos con nadie. Y eso era un gran dilema porque Carla tenía 2 hermanos, muchos primos, abuelos, tíos, vecinos, y hasta una tortuga como mascota, y todos ellos también eran muy queridos por sus padres.
Aunque lo que más le dolía era repartir el amor de sus padres con sus hermanos. No podía. A veces hacía cosas espectaculares para ganarse su amor y se engañaba pensando que de esta forma sus padres la querrían más a ella que a sus hermanos, pero era en vano, porque lo único que conseguía era estar cada día más triste, porque además ya ni quería jugar con sus hermanos, ni con nadie. Su corazón poco a poco iba perdiendo la alegría, y sus ojos la luz.
Claro está que nadie sabía lo que le pasaba. Porque ¿cómo iba a decirles a sus padres la verdad? Era algo absurdo pretender tener solo para ella el cariño de sus padres, sus padres se reirían de lo absurdo de su pretensión, y en el mejor de los casos le darían un sermón en el que le explicarían que el amor no es exclusivo y que hay que amar a todas las personas.
Y así iban pasando los días para Carla.
Un día de pronto, Carla se fue sola al bosque a refugiarse con sus amigos los animales que merodeaban por allí. Últimamente le gustaba irse sola al bosque y contar a los animalitos sus tristezas. Ellos al menos la escuchaban hasta el final y ella se desahogaba y hasta lloraba sin que le diera vergüenza. Además ese día se había disgustado especialmente, porque su mamá le había hecho una tarta a su hermana Marta. Vale que era su cumpleaños, pero, -recordaba Carla- en mi cumpleaños fue a comprarla a la pastelería porque no tenía tiempo para hacer una. No era justo.
Embriagada por estos y otros pensamientos, no se dio cuenta que se estaba echando la noche encima y que además había empezado a llover a jarros. En cuánto reaccionó, se cobijó debajo de un gran árbol porque en la oscuridad ya no sabía volver a su casa.
Era tanta la tristeza que tenía en su corazón, que pensó que se moriría allí mismo. Se acurrucó entre sus piernas llorando desconsoladamente.
Hasta que de pronto oyó unas voces que le resultaban familiares. A medida que se acercaban podía escucharlas cada vez mejor. Sí, eran de sus papas y sus hermanos. Enseguida les gritó:
- Mama, papa, estoy aquí.
- Dios mío, Carla ¿estás bien? Nos tenías muy preocupados a todos, dijo mamá, visiblemente nerviosa, mientras se iba acercando a ella.
- Mama, papá, perdonarme por haberos hecho pasar este momento tan malo, dijo Carla mientras iba abrazando uno a uno, a toda su familia.
- Ya pasó, dijo mamá, pero tienes que prometernos que nos avisaras cada vez que vayas sola al bosque.
- Así lo haré mamá, os quiero mucho a todos
Carla no les dijo que se había ido al bosque porque pensaba que sus padres no la querían, porque entonces no sabía (eso lo estaba aprendiendo en ese momento) que cuando se reparte el amor se multiplica y que solo cuando se ama, la vida tiene sentido porque se recupera la alegría del corazón y la luz en los ojos.
Y a partir de aquel día Carla recuperó la alegría y volvió a ser la niña alegre y juguetona que siempre había sido.
FIN
Cuento infantil escrito por: Maribel.
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