Cenicienta Cuentos infantiles políticamente correctos
Cenicienta
Erase una vez una llamada Cenicienta cuya madre natural
había muerto siendo ella muy niña. Pocos años después, su padre había
contraído matrimonio con una viuda que tenía dos hijas .
La madre política de Cenicienta la trataba con notable crueldad,
y sus hermanas políticas le hacían la vida sumamente dura, como
si en ella tuvieran a una empleada personal sin a salario.
había muerto siendo ella muy niña. Pocos años después, su padre había
contraído matrimonio con una viuda que tenía dos hijas .
La madre política de Cenicienta la trataba con notable crueldad,
y sus hermanas políticas le hacían la vida sumamente dura, como
si en ella tuvieran a una empleada personal sin a salario.
Un , les llegó una invitación. El príncipe proyectaba celebrar un
baile de disfraces para conmemorar la explotación a la que
sometía a los desposeídos y al campesinado marginal. A las hermanas
políticas de Cenicienta les emocionó considerablemente verse
invitadas a palacio, y comenzaron a planificar los costosos atavío
que habrían de emplear para alterar y esclavizar sus imágenes
corporales naturales con vistas a emular modelos irreales de belleza
femenina. (Especialmente irreales en su caso, dado que desde
el de vista estético se hallaban lo bastante limitadas como
para parar un tren.) La madre política de Cenicienta también planeaba
asistir al baile, por lo que Cenicienta se vio obligada a trabajar
como un perro (metáfora tan apropiada como desafortunadamente
denigratoria de la especie canina).
baile de disfraces para conmemorar la explotación a la que
sometía a los desposeídos y al campesinado marginal. A las hermanas
políticas de Cenicienta les emocionó considerablemente verse
invitadas a palacio, y comenzaron a planificar los costosos atavío
que habrían de emplear para alterar y esclavizar sus imágenes
corporales naturales con vistas a emular modelos irreales de belleza
femenina. (Especialmente irreales en su caso, dado que desde
el de vista estético se hallaban lo bastante limitadas como
para parar un tren.) La madre política de Cenicienta también planeaba
asistir al baile, por lo que Cenicienta se vio obligada a trabajar
como un perro (metáfora tan apropiada como desafortunadamente
denigratoria de la especie canina).
Cuando llegó el día del baile. Cenicienta ayudó a su madre y
hermanas políticas a ponerse sus vestidos. Se trataba de una
tarea formidable: era como intentar apelmazar cuatro kilos y
de carne animal no humana en un pellejo con
capacidad para contener apenas la mitad. A continuación, vino
la colosal intensificación cosmética, proceso que resulta preferible
no describir aquí en absoluto. Al caer la tarde, la madre y hermanas
políticas de Cenicienta la dejaron sola con órdenes de concluir
sus labores caseras. Cenicienta se sintió apenada, pero se contentó
con la idea de poder escuchar sus discos de canción protesta.
hermanas políticas a ponerse sus vestidos. Se trataba de una
tarea formidable: era como intentar apelmazar cuatro kilos y
de carne animal no humana en un pellejo con
capacidad para contener apenas la mitad. A continuación, vino
la colosal intensificación cosmética, proceso que resulta preferible
no describir aquí en absoluto. Al caer la tarde, la madre y hermanas
políticas de Cenicienta la dejaron sola con órdenes de concluir
sus labores caseras. Cenicienta se sintió apenada, pero se contentó
con la idea de poder escuchar sus discos de canción protesta.
Súbitamente, surgió un destello de luz y Cenicienta pudo ver frente
a ella a un hombre ataviado con holgadas prendas de algodón y
un sombrero de ala ancha. Al principio, pensó que se trataba de
un abogado del Sur o de un director de banda, pero el recién
llegado no tardó en sacarla de su error.
a ella a un hombre ataviado con holgadas prendas de algodón y
un sombrero de ala ancha. Al principio, pensó que se trataba de
un abogado del Sur o de un director de banda, pero el recién
llegado no tardó en sacarla de su error.
-Hola, Cenicienta, soy el responsable de tu padrinazgo en
el reino de las hadas o, si lo prefieres, tu representante
sobrenatural privado. ¿Así que deseas asistir al baile, no es cierto?
¿Y ceñirte, con ello, al concepto masculino de belleza?
¿Apretujarte en un estrecho vestido que no hará sino
cortarte la circulación? ¿Embutir los pies en unos zapatos de
tacón alto que echarán a perder tu estructura ósea? ¿Pintarte
el rostro con cosméticos y productos químicos de efectos
previamente ensayados en animales no humanos?
-Oh, sí, ya lo creo -repuso ella al instante. Su representante
sobrenatural dejó escapar un profundo suspiro y decidió
aplazar la educación política de la joven para otro día.
Recurriendo a su magia, la envolvió de una hermosa y
brillante luz y la transportó hasta el palacio.
el reino de las hadas o, si lo prefieres, tu representante
sobrenatural privado. ¿Así que deseas asistir al baile, no es cierto?
¿Y ceñirte, con ello, al concepto masculino de belleza?
¿Apretujarte en un estrecho vestido que no hará sino
cortarte la circulación? ¿Embutir los pies en unos zapatos de
tacón alto que echarán a perder tu estructura ósea? ¿Pintarte
el rostro con cosméticos y productos químicos de efectos
previamente ensayados en animales no humanos?
-Oh, sí, ya lo creo -repuso ella al instante. Su representante
sobrenatural dejó escapar un profundo suspiro y decidió
aplazar la educación política de la joven para otro día.
Recurriendo a su magia, la envolvió de una hermosa y
brillante luz y la transportó hasta el palacio.
Frente a sus puertas, podía verse aquella noche una interminable
hilera de carruajes: aparentemente, a nadie se le había ocurrid
o compartir su vehículo con otras personas. Y llegó Cenicienta
en un pesado carruaje dorado que arrastraba con enorme esfuerzo
un tiro de esclavos equinos. La joven iba vestida con una ajustada
túnica fabricada con seda arrebatada a inocentes gusanos, y
llevaba los cabellos adornados con perlas producto del saqueo de
laboriosas ostras indefensas. Y en los pies, por arriesgado
que ello pueda parecer, llevaba unos zapatos labrados en fino cristal.
hilera de carruajes: aparentemente, a nadie se le había ocurrid
o compartir su vehículo con otras personas. Y llegó Cenicienta
en un pesado carruaje dorado que arrastraba con enorme esfuerzo
un tiro de esclavos equinos. La joven iba vestida con una ajustada
túnica fabricada con seda arrebatada a inocentes gusanos, y
llevaba los cabellos adornados con perlas producto del saqueo de
laboriosas ostras indefensas. Y en los pies, por arriesgado
que ello pueda parecer, llevaba unos zapatos labrados en fino cristal.
Al entrar Cenicienta en el salón de baile, todas las cabezas
se volvieron hacia ella. Los hombres admiraron y
codiciaron a aquella mujer que tan perfectamente había
sabido satisfacer la estética de muñeca Barbie que unos
y otros aplicaban a su concepto de atractivo femenino.
Las mujeres, por su parte, adiestradas desde su más tierna edad
en el desprecio de sus propios cuerpos,
contemplaron a Cenicienta
con envidia y rencor. Ni siquiera su propia madre y hermanas políticas,
consumidas por los celos, fueron capaces de reconocerla.
se volvieron hacia ella. Los hombres admiraron y
codiciaron a aquella mujer que tan perfectamente había
sabido satisfacer la estética de muñeca Barbie que unos
y otros aplicaban a su concepto de atractivo femenino.
Las mujeres, por su parte, adiestradas desde su más tierna edad
en el desprecio de sus propios cuerpos,
contemplaron a Cenicienta
con envidia y rencor. Ni siquiera su propia madre y hermanas políticas,
consumidas por los celos, fueron capaces de reconocerla.
Cenicienta no tardó en captar la mirada errante del príncipe, quien
se encontraba en aquel momento ocupado discutiendo acerca
de torneos y peleas de osos con sus amigóles. Al verla,
el príncipe se sintió temporalmente incapaz de hablar con
la misma libertad que la generalidad de la población. «He aquí -pensó-,
una mujer a la que podría convertir en mi princesa e impregnar con la
progenie de mis perfectos genes, lo que me convertiría en la envidia
del resto de los príncipes en varios kilómetros a la redonda. ¡Y encima es rubia!»
se encontraba en aquel momento ocupado discutiendo acerca
de torneos y peleas de osos con sus amigóles. Al verla,
el príncipe se sintió temporalmente incapaz de hablar con
la misma libertad que la generalidad de la población. «He aquí -pensó-,
una mujer a la que podría convertir en mi princesa e impregnar con la
progenie de mis perfectos genes, lo que me convertiría en la envidia
del resto de los príncipes en varios kilómetros a la redonda. ¡Y encima es rubia!»
El príncipe se dispuso a atravesar el salón de baile en dirección a su presa.
Sus amigos siguieron sus pasos en pos de Cenicienta, y todos aquellos
varones presentes en la sala que contaban menos de setenta años de
edad y no estaban ocupados sirviendo copas hicieron lo propio.
Sus amigos siguieron sus pasos en pos de Cenicienta, y todos aquellos
varones presentes en la sala que contaban menos de setenta años de
edad y no estaban ocupados sirviendo copas hicieron lo propio.
Cenicienta, orgullosa de la conmoción que estaba causando, avanzaba
con la cabeza alta, adoptando el porte propio de una mujer
de elevada condición social. Pronto, sin embargo, resultó
evidente que dicha conmoción se estaba convirtiendo
en algo desagradable o, al menos, susceptible de producir disfunción social.
con la cabeza alta, adoptando el porte propio de una mujer
de elevada condición social. Pronto, sin embargo, resultó
evidente que dicha conmoción se estaba convirtiendo
en algo desagradable o, al menos, susceptible de producir disfunción social.
El príncipe había declarado de modo inequívoco a sus amigos
que tenía intención de «poseer» a aquella Joven mujer. Su
determinación, no obstante, había Irritado a sus compañeros, ya
que también ellos la codiciaban y pretendían poseerla. Los
hombres comenzaron a gritarse y empujarse unos a otros. El
mejor amigo del príncipe, un duque tan robusto como
cerebralmente constreñido, le detuvo a medio camino de la
pista de baile e insistió en que él sería quien consiguiera a
Cenicienta. La respuesta del príncipe consistió en un rápido
puntapié en la Ingle, lo que dejó al duque temporalmente
inactivo. El príncipe, sin embargo, se vio inmovilizado por
otros varones sexualmente enloquecidos y desapareció
bajo una montaña de animales humanos.
que tenía intención de «poseer» a aquella Joven mujer. Su
determinación, no obstante, había Irritado a sus compañeros, ya
que también ellos la codiciaban y pretendían poseerla. Los
hombres comenzaron a gritarse y empujarse unos a otros. El
mejor amigo del príncipe, un duque tan robusto como
cerebralmente constreñido, le detuvo a medio camino de la
pista de baile e insistió en que él sería quien consiguiera a
Cenicienta. La respuesta del príncipe consistió en un rápido
puntapié en la Ingle, lo que dejó al duque temporalmente
inactivo. El príncipe, sin embargo, se vio inmovilizado por
otros varones sexualmente enloquecidos y desapareció
bajo una montaña de animales humanos.
Las mujeres contemplaban la escena, espantadas ante aquella depravada
exhibición de testosterona, pero, por más que lo intentaron,
se vieron incapaces de separar a los combatientes. A sus ojos,
parecía que no era otra que Cenicienta la causa del problema,
exhibición de testosterona, pero, por más que lo intentaron,
se vieron incapaces de separar a los combatientes. A sus ojos,
parecía que no era otra que Cenicienta la causa del problema,
por lo que la rodearon dando muestras de una nada fraternal
hostilidad. Ella trató de escapar, pero sus incómodos zapatos
de cristal lo hacían casi imposible. Afortunadamente para ella, ninguna
de sus rivales había acudido mejor calzada.
hostilidad. Ella trató de escapar, pero sus incómodos zapatos
de cristal lo hacían casi imposible. Afortunadamente para ella, ninguna
de sus rivales había acudido mejor calzada.
El estruendo creció hasta el punto de que nadie oyó que el reloj
de la torre estaba dando las doce. Al sonar la última
campanada, la hermosa túnica y los zapatos de Cenicienta
se esfumaron y la joven se vio nuevamente ataviada con
sus viejos harapos de campesina. Su madre y hermanas
políticas la reconocieron de Inmediato, pero guardaron silencio
para evitar una situación embarazosa.
de la torre estaba dando las doce. Al sonar la última
campanada, la hermosa túnica y los zapatos de Cenicienta
se esfumaron y la joven se vio nuevamente ataviada con
sus viejos harapos de campesina. Su madre y hermanas
políticas la reconocieron de Inmediato, pero guardaron silencio
para evitar una situación embarazosa.
Ante aquella mágica transformación, todas las mujeres enmudecieron.
Liberada del estorbo de su túnica y de sus zapatos, Cenicienta
suspiró, se estiró y se rascó los costados. A
continuación, sonrió, cerró los ojos y dijo:
Liberada del estorbo de su túnica y de sus zapatos, Cenicienta
suspiró, se estiró y se rascó los costados. A
continuación, sonrió, cerró los ojos y dijo:
-Y ahora, hermanas, podéis matarme si así lo deseáis, pero
al menos moriré contenta.
al menos moriré contenta.
Las mujeres que la rodeaban volvieron a experimentar una sensación
de envidia, pero esta vez enfocaron la situación desde una
perspectiva diferente: en lugar de perseguir venganza, comenzaron
desprenderse de los corpiños, corsés, zapatos y demás
prendas que las limitaban. Inmediatamente, empezaron a
bailar a saltar y a gritar de alegría, pues se sentían al fin cómoda
s con su prendas interiores y sus pies descalzos.
de envidia, pero esta vez enfocaron la situación desde una
perspectiva diferente: en lugar de perseguir venganza, comenzaron
desprenderse de los corpiños, corsés, zapatos y demás
prendas que las limitaban. Inmediatamente, empezaron a
bailar a saltar y a gritar de alegría, pues se sentían al fin cómoda
s con su prendas interiores y sus pies descalzos.
De haber distraído los varones la mirada de su machista orgía de
destrucción, habrían podido ver a numerosas mujeres ataviadas
tal y como normalmente acuden al tocador. Sin embargo, no
cesaron de golpearse, aporrearse, patearse y arañarse hasta
perecer todos, desde el primero hasta el último.
destrucción, habrían podido ver a numerosas mujeres ataviadas
tal y como normalmente acuden al tocador. Sin embargo, no
cesaron de golpearse, aporrearse, patearse y arañarse hasta
perecer todos, desde el primero hasta el último.
Las mujeres chasquearon los labios, sin experimentar
remordimiento alguno. El palacio y el reino habían pasado a ser suyos.
Su primer acto oficial consistió en vestir a los hombres con
sus propios vestidos y afirmar ante los medios de comunicación
que los disturbios habían surgido
cuando algunas personas
amenazaron con revelar la tendencia del príncipe y de sus amigos
al travestismo. El segundo fue fundar una cooperativa textil
destinada únicamente a la producción de prendas femeninas
confortables y prácticas. A continuación, colgaron un cartel
en el castillo anunciando la venta de CeniPrendas
(pues así se denominaba la nueva línea de vestido) y,
gracias a su actitud emprendedora y a sus hábiles
sistemas de comercialización, todas -incluidas la madre y
hermanas políticas de Cenicienta- vivieron felices para siempre.
remordimiento alguno. El palacio y el reino habían pasado a ser suyos.
Su primer acto oficial consistió en vestir a los hombres con
sus propios vestidos y afirmar ante los medios de comunicación
que los disturbios habían surgido
cuando algunas personas
amenazaron con revelar la tendencia del príncipe y de sus amigos
al travestismo. El segundo fue fundar una cooperativa textil
destinada únicamente a la producción de prendas femeninas
confortables y prácticas. A continuación, colgaron un cartel
en el castillo anunciando la venta de CeniPrendas
(pues así se denominaba la nueva línea de vestido) y,
gracias a su actitud emprendedora y a sus hábiles
sistemas de comercialización, todas -incluidas la madre y
hermanas políticas de Cenicienta- vivieron felices para siempre.
James Finn Garner “Cuentos infantiles políticamente correctos”. Circe, bna,1998.
No hay comentarios:
Publicar un comentario